miércoles, 2 de diciembre de 2009

DE LO COTIDIANO PERMANENTE



El reloj marca las once de la noche. Estoy leyendo. Ralf hizo té con limón y miel y me lo trajo a la cama. Hasta hace un rato estuve sentado en la biblioteca escuchando música y bebiendo una copa de vino. Durante ese tiempo estuve pensando y inventando historias. Los mejores momentos son esos en los que establezco una conversación en solitario conmigo mismo; no importa el tema, él y yo nos entendemos. Hablamos de todo, hasta de lo imposible.

Encendí una vela al Budha de madera que compramos en el mercado de antiguedades, a un árabe que aseguró le había curado la alergia. Como Ralf es alérgico escuchamos la historia con atención y compramos el Budha, pero su fé carece de antecedentes y cuando pasa frente al Budha ni lo mira.

Me senté en la butaca junto a la calefacción con las piernas cruzadas como solía hacer mi padre. Esto me hace recordarlo; sentado en el balance de madera frente al televisor, silencioso y circunspecto. Todos decían que me parecía mucho a él, sobre todo en la forma de caminar; derecho como una estaca.

Leer antes de dormir es un hábito que se me ha hecho tan necesario como los suenos.

Por Luis Ruiz

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