Todos los domingos a las diez de la mañana suenan las campanas de la iglesisa en la esquina de mi casa llamando a misa. Por más que observo no veo a nadie acudir al llamado del señor. Ni siquiera las putas baratas que trabajan en los alrrededores entran a confesar sus pecados. Tampóco las viejas beatas que aún creen en historias de santos y la gracia divina. Cada día la gente cree menos en imágenes sagradas y sermones de ultratumba que pretenden implantar una moral pasada de moda que ni los mismos sermoneros predican. Pero las campanas suenan, despiertan a los trasnochados, aunque sea sólo bulla pagana.
Por Luis Ruiz
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