jueves, 30 de agosto de 2012

Cielo encapotado.

Llueve. Y todo está gris. La luz que entra por la ventana apenas alcanza para despertarme del todo. Como si no fuera suficiente con el silencio pegajoso que se adhiere a las sábanas, y a mis pestañas. También a mi piel. Por la ventana entreabierta se cuela un vientecillo frio, cual si anunciara la llegada de algo indeseado. La lluvia parece querer limpiar las huellas de los sucesos de ayer. Asi es, cada día un acontecimiento borra al otro. Vivimos montados en una Montaña Rusa. Y uno se pregunta: Y ahora qué? La realidad, como la lluvia, se encarga de dar paso a un nuevo suceso, y este a su vez desaparecerá casi enseguida para que entre el otro. A causa de la poca luz, los espacios a mi alrrededor se reducen considerablemente, reduciéndome a mí mismo, y a mis sueños. Manejo la posibilidad de escapar de todo esto, como un reo estudia la manera de alcanzar la libertad, y huir. Pero, adónde? No llegué aquí huyendo del horror que me tenía secuestrado?


Por Luis Ruiz.

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