Se me antoja que ser demasiado profundo, negándose el placer de ser también un poco vanal es aburrido y trágico. Hay personas con tendencia "Shakespeare". Reconozco que no me gustan los conflictos. Soy de los que cree que los msalos pensamientos son energías negativas que enferman el alma y el cuerpo, y por tanto siempre estoy en "tarea limpieza". Lamentablemente no puedo desentenderme del mal que agobia al mundo: "kein mensch is perfect", formo parte de él, soy protagonista de muchas de sus historias.
Hablar de música, arte, moda, sexo, obviando las guerras y los conflictos, es buen ejercicio para no creer que todo está perdido, y aprovechar el lado bueno de la vida. Anoche fué uno de esos momentos, en el hotel Axel, durante la Vernisage del pintor Thomas Gabriel. Sus cuerpos rojos, todos masculinos, colgando de las paredes negras. En un pequeno escenario del salón continuo al lobby una trasvesti vestida de Santa Claus hacía de las suyas, un cantante jóven de buena voz y mucho más buen parecer se ganaba los aplausos de la concurrencia. Había muchos conocidos; cantamos, reímos y bebímos. Al salir a la fría noche de Berlín, llovía. Ralf, Thomas Gabriel, su amigo y Yo nos fuímos a cenar a un restaurante griego de la Winterfeldtstr. Noches así tienen mucho que ver con lo eterno.Porque la eternidad está allí, en las cosas más simples, en el goce, en una mirada rescatada de las sombras, en el roce que electriza, al reir, en frases como ésta: "Lo fantástico de la música es que da contenido físico a las pasiones" (Daniel Barenboin).
Por Luis Ruiz
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