Por fín el sol y esa luminosidad invocadora. La ciudad y su tiempo,
que cruzo presuroso apenas detenido en las esquinas.
Es mi cuerpo, son mis pasos. Soy yo, y también soy otro.
Quien soy?
Un día más recluido en la distancia, con el ojo receloso
detenido en un punto demasiado lejano para poder precisarlo.
Son ellos y sus voces.
No el pasado, sino el presente convulso y trágico, amenazante,
de quienes no alcanzan a divisar la luz de éste día que transito
libre, orondo, pensando en ellos.
Me asusta éste sentimiento desaprensivo
anticipándose a una verdad que va cerrando su abrazo hasta casi
hacerme daño. Sólo volvería sobre mis pasos para salvarlos.
Qué puedo hacer?
Sueño, y aún (por suerte aún) tengo esperanzas.
Miro alrrededor; rostros felices (o eso parecen), y reconforta
saber que un par de pesos en el bolsillo alcanzan para
aliviar el dolor.
Por Luis Ruiz
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