sábado, 26 de febrero de 2011

La poesía del cuerpo del bailarín.

Mi relación con la Danza siempre fué muy fuerte. Yo quería ser bailarín y mi padre no lo permitió. Luego me prohibió también ingresar en la Escuela de Arte a estudiar Artes Plásticas, por lo que tuve que realizar estos estudios de noche en una Casa de Cultura. La suerte fué que los mismos profesores de la Escuela de Pintura eran los que impartían clases de noche para ganar unos pesos de más, y el programa y la metodología eran practicamente las mismas.
Desde muy jóven busqué acercarme a los bailarines, de allí que mis mejores amigos eran casi todos del mundo de la Danza. También los plásticos y el mundo del Teatro. Asistía a ensayos y hasta tomaba clases con ellos. Por mucho tiempo fuí un balletomano consumado. Luego dejó de interesarme ésta disciplina por repetitiva y circense. Fué entonces, que a raíz de mudarme para la Habana conocí a Marianela Boán y desde que el grupo era sólo un proyecto me incorporé a trabajar con ella hasta que abandoné el país. Con el grupo reciví entrenamiento y hasta bailé en alguna coreografía. Desde siempre me ha gustado ejercitar el cuerpo, y aún hoy, como parte de mi disciplina de ejercicios, una de las cosas que hago es danzar e incorporar a mis ejercicios lo que aprendí con la Danza.

(Fotos de Marcos Pergón, La poesía del cuerpo del bailarín. Tomado de El Pis.)



Por Luis Ruiz.

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