miércoles, 9 de septiembre de 2009

Hoy tomé el Metro para llegar al trabajo. Más concurrido que de costumbre, pués el S-Bahn (especie de Metro que circula por fuera y no por debajo de la tierra) ha anunciado para estos días recortes en el servicio por problemas técnicos. Durante las vacaciones de agosto sucedió lo mismo, ahora resulta que las reparaciones no fueron eficientes. La prensa anuncia que se les demandará judicialmente, pero vaya usted a saber. Como siempre son los de abajo los que se joden. Hay quienes dependen sólo de éste medio de transporte para ir al trabajo, la escuela, el médico, etc. Parlanchines trajeados, que no tienen necesidad del transporte público, con la verborrea ya conocida de estos especimens, se explayan en explicaciones que no convencen a los afectados, que además pagan el ticket mensual bastante caro. Los mismos que se embolsan el dinero de aquellos que dejan desempleados para hacer recortes, y engrosar sus arcas.
El caso es que hoy el Metro era un caos de rostros alterados por la fustración, mezcla de olores varios ( no todos agradables), gente apremiada por la prisa, y algunos turistas madrugadores presa del desconcierto. Yo que no soy amigo de las multitudes prefiero la bicicleta, o caminar, y así ayudo al cuerpo a mantenerse ágil y activo. A éste tumulto prefiero el silencio y la indiferencia de los pocos pasajeros que viajan en el Metro temprano en la manana. Aunque no me gusta levantarme temprano, comprendo que a ésta hora la ciudad es más noble y habitable. Al amanecer no estoy preparado para ciertas segregaciones, sólo eso. Necesito tiempo para incorporarme al mundo de los vivos. Por eso ésta manana me ha sorprendido ésta abalancha, que la costumbre me ha ensenado a evitar. Los he observado entre molesto y comprensivo. Ya que se paga tan caro el valor del pasaje, se merece uno un mejor servicio.

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