jueves, 19 de noviembre de 2009

TAMBORES DISTANTES Por Eliseo Alberto

Cuando escribía el final de la parte anterior la computadora se bloqueó y no pude rescatar el escrito para enmendarlo. A continuación anado lo que faltaba.

...orishas del panteón africano, dioses por cierto, más ocupados en los goces de la sensualidad que en la justicia de la historia. Los obispos católicos ordenaron misas en defensa de algo que, en abarcadora síntesis, llamaron el derecho de la vida.


II

Un segundo parte informativo, también firmado de puno y letra por Fidel, fué leído en la televisión por un funcionario de decimoquinta categoría, lo cual disgustó a muchos, entre ellos a los millones de revolucionarios que vivian y viven la tragedia como un duelo familiar: el fín del abuelo, del patriarca, del único Dios en el que han creído ciegamente desde hace casi medio siglo de fé, esperanzas y caridades. Durante catorse días, Raul Castro se mantuvo enclaustrado en un mutismo que pudo parecer sospechoso. Hace cuarenta y ocho horas se dejó ver en la pista del aeropuerto "José Martí": fué a darle la bienvenida al presidente Hugo Chávez, quien traía de regalo a Fidel una de las dagas de Simón Bolivar y una taza de la vajilla de Napoleón y Josefina que, afirman, el propio Libertador conservaba como talismán para la buena suerte. Pero Raúl no ha dicho una palabra. Le regaló a Chávez el retrato que David Alfaro Siqueiros le pintara a su hermano en 1959. En las imágenes se le ve sonrriente, tranquilo, más Raúl que nunca.

Los que lo conocemos, suponemos que Raúl debe estar trabajando a la sombra, como un general en campana al frente de un Puesto de Mando. Los militares aseguran que las guerras las ganan los Comanadantes en Jefe y las pierden, siempre, los jefes del Estado Mayor. La anunciada y remarcada temporalidad de su mando, lo obliga a medir cada paso porque pisa sobre un territorio minado. Para él la disciplina es principio rector de cualquier reglamento. Sin embargo, Ricardo Alarcón, Presidente de la Asamblea Nacional del Poder Popular (el congreso cubano) encontró la peor de las explicaciones cuando, evidentemente molesto, tuvo que rresponder la indiscreta pregunta de por qué el hermano de Fidel había desaparecido de los medios de comunicación: Raúl no es una vedette, dijo. La vida es mucho más que un cabaret, digo.

En Miami, por el contrario, los cubanos del exilio celebraron la noticia en espontaneo carnaval. Y no sin razón. Allá sobreviven hombres y mujeres que lo perdieron todo en nombre de la justicia social, desde un ingenio azucarero hasta una barbería, acusados por igual (latifundistas y peluqueros) de explotación del hombre por el hombre; allí han encontrado amparo miles de cubanos sencillos (no terroristas, que también los hubo y los hay) que pasaron diez, quince, veinte, treinta anos en lo hondo de una cárcel por el delito imperdonable de desconocer los mandamientos del gobierno revolucionario y pensar diferente al discurso partidista, único y dominante; allí siguen conspirando cientos de reveldes inconformes que no aceptaron, con argumentos legítimos, el destino socialista de la revolución en la que también lucharon a pecho limpio; allí viven protagonistas de la Campana de Alfabetización (1960) y conviven milicianos de Playa Girón con brigadistas de Bahía de Cochinos (1961), jóvenes y no tan jóvenes internacionalistas que se jugaron el pellejo en polígonos de Angola o Etiopía (1975-1984); allí se recomponen familias rotas que perdieron parientes querídisimos en las aguas del Estrecho de la Florida, devorados por tiburones viciosos de carne humana. En fín, sumando vivos y fantasmas, allí habitan o vuelas más de un millón y medio de cubanos de buena voluntad para quienes el exilio no ha sido un destierro sino un entierro, sin derecho a regresar siquiera a las tumbas de los suyos, con los pies por delante, como cádaveres nostálgicos de la tierra donde nacieron. Aunque los ideólogos de la Revolución los llamen mafiosos y vendepatrias, el monto de las remesas monetarias que envían a los suyos significa una de las tres principales fuentes de ingreso de la economía nacional. Quien no lo reconozca, es un malagradecido.

Junto a ellos festejaban, no lo niego, políticos revanchistas que ven a Cuba como un negocio próspero, en un futuro cercano, y dogmáticos antifidelistas que no aceptan otro plan que no sea el retorno imposible a una Cuba (la republicana) que ya no existe. En ilógica consecuencia consideran enemigos a los que aún permanecen en la isla, leales o resignados a un proyecto en el cual siguen creyendo porque a él entregaron sus mejores anos con la ilusión de conseguir cuanto antes un mundo mejor. Por qué tendrían que aceptar que se equivocaron y reconocer avergonzados que fué un esfuerzo sin sentido, un sacrificio que a nadie conmueve, ni siquiera a los hijos de los hijos de sus hijos? Puestos a descalificar, esos extremistas de la arenga llegan al disparate de exigirles a los organizados disidentes de la isla sin sentido de emprender acciones desestabilizadoras y dejar a un lado la serena postura que han mantenido con la frente en alto, a sabiendas que una resistencia pacífica, una crítica contestataria, son "causales" suficientes para hundirse veinte o más anos en la cárcel. Yo, al menos, los comprendo a unos y a otros. Y los admiro. No esd fácil ser un buen perdedor: lo digo por experiencia propia.

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