domingo, 31 de enero de 2010

LOS ÁNGELES TOCAN MARACAS

A insistencia de mi amigo Domingo termino por leer el libro que me había prestado, "Los ángeles tocan maracas", de Ángel Tomás González Ramos (Cuba, Ciego de Avila, 1946). Una novela de ficción histórica sobre la Habana colonial de l887.

(Fragmentos)

El baile...sí, el baile, ese es el verdadero deporte en ésta isla. Todo lo demás es prestado. Y el baile nos gusta porque de cierto modo es también sexo. El sexo, señores...,está aquí por encima de la política, del trabajo..., e incluso de Dios. Hago el sexo, luego existo, esa es la máxima filosófica que rige éste país. Por eso sólo hay dos oficios que siempre tendrán éxito: músico y puta.


El rumor de ésta ciudad es más eficiente que la prensa. Total, con la censura impuesta apenas se pueden publicar noticias.


Una de las estampas más atacadas por los cronistas de la cruzada moral era la apuesta de dinero que se hacía en los muelles al finalizar la jornada. Había un negro congo de muy baja estatura al que todos los estibadores llamaban Tres Patas por tener un sexo que dormido le llegaba casi a sus rodillas. Magnolia Culo Elefante, una veterana prostituta retirada del oficio por padecer una gordura glandular que le había convertido el trasero en un gigantesco globo de grasa, se ganaba unas monedas por la tarea de activar el sexo grandulón del negro pequeño. Una vez estaba debidamente empinado para la competencia, Magnolia agarraba con delicadeza el grueso sexo de Tres Patas y le ataba una cuerda de la que colgaba una barra de plomo de unos tres kilos de peso. Los jugadores, previamente, elegían al azar la distancia en metros que caminaría Tres Patas antes que se le desinflara su descomunal pito y la barra de plomo tocara el suelo. Ganaba el dinero el jugador que hubiera elegido la distancia más próxima a la meta a la que llegaba el diminuto negro congo. La persona que obtenía el beneficio de la apuesta tenía que darle la tercera parte de las ganancias al atleta del falo.


Yo si quería aprender a leer y escribir, eso le dije al cura de la iglesia de Santa Catalina que el primer día me miró como si fuera un apestado pero que terminó aceptándome como alumno. Aprendía rápido y el cura comenzó a tomarme carino y a preguntarme como era la vida en la casa de putas, sobre mi condición de hombre amujerado y con el tiempo le fuí contando sucesos más íntimos. El me hablaba acerca del pecado, de como resistir las tentaciones y sobre historias de santos y yo le escuchaba todo embobado porque nunca había encontrado una persona tan bondadosa. Un día, al terminar la clase, tomó mi mano y se la colocó entre las piernas por encima de la sotana. El corazón se me desbocó cuando palpé el tamañazo del pito. Saturnino, me dijo el cura, tienes que ayudar a curarme las tentaciones y yo acepté porque uno no debe ser malagradecido. Desde entonces, cuando terminabamos las clases yo me arrodillaba y me introducía debajo de su sotana y con la boca le purgaba las tentaciones. No hubo ningúna otra persona que me ofreciera tanta bondad como la del señor cura y por eso se me convirtió en uno de esos recuerdos que a la memoria le gusta contar. Hacerme monaguillo eso si no lo acepté a pesar de las súplicas del cura, adorar a un Dios que a duras penas concedía favores y que amargaba la vida a las personas prohibiéndoles hacer casi todas las cosas que son divertidas no era lo más adecuado con mis labores en casa de putas y mucho menos con mi pasión por los hombres.


... le aconsejó amarrar los sentimientos y los cojones de su hombre para que nunca olfateara el olor de otra hembra y le ofreció la receta de una brujería infalible.

En el café o en la comida de tu hombre echa el corazón seco y molido del pájaro zun-zun. Buscas un pedazo de ropa usada por él y después que la tengas tomas un cordel de cáñamo y le haces siete nudos. Cuando hagas cada nudo pronuncias el nombre del que debe ser amarrado. Entonces une el cordel de siete nudos con el trozo de ropa y lo entierras en una maceta en la que crezca una mata de ruda.

- Después de eso, mi amiga, vas a vivir como una reina -

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