viernes, 5 de febrero de 2010

LA IMÁGEN DE LA IMÁGEN

El tiempo nos remite a una imágen elucubrada por los otros. Fijénse que escribo "elucubrada" y no "elaborada". Algo de patético y revelador hay en ello. Nos revela una verdad ineludible: la existencia de lo patético. Lo patético está en esa imágen. Hechos a idea y semejanza de los otros. Esa libertad que algunas sociedades proclaman, amparadas en una cuestionable democracia con respecto a aquellos países que no la tienen, es aparente. Apariencia es la palabra que se antepone a la palabra Ser. No existiremos sin esos espejos deudores que nos modifican. Víctimas? La culpa no llegará a caerse, a estrellarse digo, contra el suelo o alguna cabeza, sino que vagará distraída en un espacio inaccesible. Antes de probarnos a nosotros mismos, será necesario probarle a los otros quienes somos. Nos someteremos a un exámen de conciencia y a su natural aprobación. Nos preparamos para la ocación. Lo dispondremos todo de acuerdo al efecto que ese orden provocará en la platea. Nuestro rol es interpretar. El prototipo es la plantilla que otros han cortado para reproducir en serie. Nada nos es ajeno y al mismo tiempo todo es nuevo.

Cuando despierto voy hacia los espejos en busca de mi imágen; necesito contatar que existo. Antes de salir reviso todos los registros de mi envoltura hasta el mínimo detalle. Desayuno un Bio-yogurt con sabor a mango y luego bebo una taza de café. Almuerzo ensalada de vegetales con pescado. Bebo mucha agua y orino mucho. El hambre no encuentra en mí una víctima. Someto al cuerpo a los ejercicios de rutina, incluidos aquellos de emancipación del alma. Ceno sopa de vegetales, luego una taza de té. Soy la imágen de la imágen. No excluyo el temor a defraudar a los otros. Y mi propio egoísmo. No excluyo el peligro, todos los peligros de existir.

Por Luis Ruiz

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