lunes, 19 de julio de 2010

La felicidad en casa del pobre dura poco.

Mi madre está esperando mi llamada telefónica. Lo intento una y otra vez. Una computadora desde México, otra en inglés, una vez equivocado, otra da timbre y nadie lo coge, otra suena ocupado, o ellos no me escuchan o yo a ellos no. Trataba de comunicarme por el teléfono normal. Llamo al celular que les compré para en caso de urgencia estar comunicados, como las llamadas por el celular son tan caras no lo uso frecuentemente. Se supone que éste medio es eficaz y seguro, al menos así es acá del otro lado del charco. Mi teléfono es modernito y no conoce distancias ni fronteras. Tampóco me comunico, mi hermano no me puede escuchar. Los tentáculos del pulpo (no de Paul) se cuelan por la linea telefónica y la interrumpen. No me dejan hablar con mi madre. Serán envidiosos y hijos de puta. Bueno, pero tienen madre?

La roña y la envidia los corcome, como ellos no pueden ser felices les molesta que nosotros si tenemos lo que tenemos que tener. Ellos? Ellos tienen lo que les toca y lo que se buscaron.


Por Luis Ruiz

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