Hay momentos que le devuelven a la vida una de las cosas más preciadas; el disfrute de los sentidos, algo que, con la vida tan agitada y superficial que llevamos va desapareciendo de nuestro panorama vivencial. Por eso sentado allí, dedicado única y absolutamente a contemplar a los peces comer tan cerca de la superficie, y sin pensar en otra cosa, significó una cura del espíritu. Yo aprovecho cada uno de estos momentos para resarcirme de todo lo negativo y purificarme.
Por Luis Ruiz
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