sábado, 17 de abril de 2010

Yo soy el punto cubano

La frase del año

Esta frase la ha dicho el ganador del Nobel de medicina (el oncólogo brasileño Drauzio Varella)


"En el mundo actual, se está invirtiendo cinco veces más en medicamentos para la virilidad masculina y silicona para mujeres, que en la cura del Alzheimer. De aquí a algunos años, tendremos viejas de tetas grandes y viejos con pene duro, pero ningúno de ellos se acordará para que sirven".


Por Luis Ruiz

Berlin hoy


Desde la libreria . Hugendubel

jueves, 15 de abril de 2010

Un cuento de KHALIL GIBRAN

Yo estaba caminando por el jardín de un asilo de locos, cuando encontré a un jóven leyendo un libro de filosofía. Por su forma y por la salud que mostraba no combinaba mucho con los otros internos. Me senté a su lado y le pregunté: Qué estás hacienco aquí?

Paulo Coelho


El me miró sorprendido, pero viendo que yo no era uno de los médicos respondió:
"Es muy simple. Mi padre, un brillante abogado, quería que yo fuera como él.
Mi tío que tenía un alto puesto comercial, quería que yo siguiera su ejemplo.
Mi madre deseaba que yo fuera la imágen de su adorado padre.
Mi hermana siempre me citaba a su marido como ejemplo de un hombre de éxito.
Mi hermano trataba de entrenarme para que yo fuera un buen atleta como él.
Y lo mismo ocurría con mis profesores en la escuela, el maestro de piano, el tutor de inglés; todos estaban convencidos y seguros de que eran el mejor ejemplo a seguir.
Nadie me miraba como se debe mirar a un hombre, sino como se mira un espejo. Así fué que decidí internarme en éste asilo. Por lo menos aquí puedo ser yo mismo."


Por Luis Ruiz

miércoles, 14 de abril de 2010

Los Aldeanos

Yo y la ciudad

La Ciudad. Camino hasta que me vence el cansancio. El sol sale y se va. Grises y una llovizna muy fina. Entro a un Restaurant Chino y almuerzo. Sonrrisa china: se agradece. Por qué los chinos rien siempre? Gente que viene y va. Por qué miro tanto a los hombres? Una maña antigua, yo diría que perestroica. Mi madre nunca me corrigió; Que maravilla! Mi madre es una santa.Qué hago en una ciudad tan lejana? Se hace camino al andar...dice una canción. Mittel Meer, supermercado español, compro galletas saladas. Tienda de Antiguedades: A quien perteneció todas estas cosas. Sigo andando. Entro y salgo de todas partes. Soy un mirón. Coqueteo hasta con el aire. Vuelvo sobre mis pasos. No conozco a nadie y nadie me conoce. Es esto un privilegio?

De nuevo en casa. Una taza de café y la ventana con vista al cielo.


Por Luis Ruiz

martes, 13 de abril de 2010

Pinturas de Eva und Adele

Eva und Adele



Eva y Adele vivían frente a nuestro apartamento en la Winterfeldtstrasse. Al principio, cuando no sabía quienes eran, las confundí con dos trasvestis extravagantes, uno de esos personajes locos y hermosos que pueblan la ciudad de Berlin. Frente a la entrada del edificio tenían parqueada una guaguita pintada de rosado como sus ropas y el nombre de ellas grabado sobre la carrosería. No obstante instuía que se trataba de dos personajes muy curiosos con alma de artistas. Fué un amigo quien me dijo que eran una pareja que hacía de sus vidas un performance. Luego las descubrí en la televisión y hasta en programas editados desde la Vienal de Venecia.

A la más bajita solía encontrarmela en el Mercado de los sábados en la Winterfeldt Platz, comprando frutas y vegetales frescos. A la otra la observaba desde mi balcón cuando se asomaba a la ventana, tocada con un gorrito (también rosado) muy gracioso. Cuando desconocía su carácter de personajes públicos, estuve tentado varias veces de dirigirme a ellas e invitarlas a casa a tomar un café, pero sentí pena y nunca lo hice. Este tipo de personalidades llaman mucho mi atención.

La casa que ocupaban aparecía constantemente en la prensa a causa de problemas inmobiliarios de esos que tanto abundan, así que un día, y seguro que por motivos de esos mismos problemas, ví como empacaban sus cosas y se marchaban. Confieso que sentí pena, no sé por qué. Siempre albergaba la esperanza de acercarme a ellas y hacerles la invitación a tomar un café. Ya me había acostumbrado a verlas entrar y salir vestidas iguales y de manera tan peculiar, hasta me sentía orgulloso de que fueran mis vecinas.


Por Luis Ruiz