jueves, 25 de marzo de 2010

Desvelo


Qué hago, hacia dónde miro, de dónde vienen esas voces? Estoy seguro que todas las apariciones proceden de un mismo lugar. Puedo visualizar el orígen de esos sonidos y esas imágenes. Anoche volvieron a aparecer en mis sueños. Sucede con frecuencia. Desperté alterado. Me acerqué a la ventana, miré a la oscuridad, al cielo sin estrellas. Se trataba de otro paisaje, más exuberante, y caótico. De fuerzas encontradas. Sólo sublimado por la memoria de otros tiempos. Una señora amable, gorda, envejecida, sentada a la sombra del portal, meciéndose en su balance, espera. Como todos espera. Nada, nadie, llega. Su hijo, sus hijos, no llegan. Se han ido, lejos; no están. Ella espera. Aveces llora. La noche trae su llanto, lo descompone, lo convierte en rocío. El silencio y la oscuridad convocan a los dioses lejanos, reuniéndolos en una abigarrada comparsa de presencias que escapan. Escapan, escapan... Ah, el mar! Digo que todo se mezcla, el mar con la llanura, el cielo con lo más oscuro. Ciudad, digo: isla de desencuentros. La casa, el jardín. Yo desdibujado, ausente y presente, como un Dios que es sólo espíritu, sin forma ni consistencia, entre todos. Pero sobre todo ausente. Aquí. Inmóvil, desvelado. Entre yo y la oscuridad: los sueños.


Por Luis Ruiz

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