No todo está perdido, me digo. Quizás en un intento de ignorar lo inevitable. Pero el tiempo no perdona, lo sé, y cada catástrofe arrastra sus nefastas consecuencias. Todo viaje implica un riesgo, una aventura llena de sorpresas. Todo viaje es además, partir, despedida, abandono. Vida y muerte. La consavida experiencia frente a lo nuevo. También lo injusto. Un salto a la libertad, que no precisamente libera. No siempre.
Por Luis Ruiz.
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