viernes, 11 de enero de 2013

Los fantasmas disfrazados de amantes.

Los fantasmas venían disfrazados de amantes a sonsacarnos las ganas. Se metían en las entrepiernas, debajo del sobaco, en la raja del culo como pedro por su casa. Usaban estrategias de fornicadores a sueldo. En la sombra de los parques, entre las ruinas de la ciudad infesta, confundidos con el orine y la mierda de los baños públicos, en la cola del café de la esquina. Los fantasmas amantes conocían la debilidad de su propia carne y le vendian el alma al diablo. Los fantasmas eran hombres desalmados. Sacaban la lengua delatora y la enroscaban en la lengua de sus víctimas, que tambien eran hombres, pero de bien, sin la mácula nefasta del daño. Los amantes fantasmas eran asesinos a sueldo. Justificaban sus deseos sexuales con el cumplimiento del deber, y a ello se entregaban en cuerpo y alma. Chivatos o bugarrones, se llamaban a si mismos, para diferenciarse. En realidad no eran fantasmas, tenían rostro, y sabían muy bien lo que hacían.

Por Luis Ruiz.

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