sábado, 26 de diciembre de 2009

HABITACIÓN DE SOLTERO




Afuera cae la noche sobre Berlín. Hace un rato regresamos de Pritzwalk.

Aunque sigo prefiriendo leer con el libro o el periódico entre las manos, me siento frente a la pantalla del ordenador para leer aquellas ediciones que me son difíciles de conseguir, digo yo, en su estado original. Este es el caso de la prensa en espanol en esta ciudad de Berlín. Para comprar El País por ejemplo, tendría que dirigirme ahora hasta uno de los puestos de prensa donde se venden estas publicaciones, lo cual no es nada práctico. Además, aquí lo leo gratis, más cómodo, sin moverme de casa, con sólo apretar un botón: Zas, cosas de la técnica. Ante mis ojos aparece la edición sabatina de Babelia.

Comentarios de los mejores libros del ano. Bueno, ya sabemos, es la opinión personal de quienes han hecho sus análisis, que no siempre (o casi nunca) tiene porque coincidir con la de los lectores, que en todo caso son los que tienen la razón. Yo por lo menos tengo mi opinión acerca de la crítica (o sea de los críticos).

Pero a lo que iba; leo una pequena resena sobre la obra de Orhan Pamuk, Estambul, Turkía (1952). Premio Nobel de Literatura 2006.Casualmente leo en estos momentos "El Museo de la Inocensia".Tal vez una obra demasiado extensa, pero indudablemente muy bien escrita. Como telón de fondo a la historia que nos cuenta, Pamuk aprovecha, como si la historia principal fuera sólo una justificación, para ofrecernos una visión de ese Estambul multifacético , fascinante y contradictorio, que se mueve entre la cultura occidental y sus propias tradiciones culturales y religiosas. Sigo creyendo, que de las obras que de él he leído, "Estambul" es la mejor.

Pués con éste grueso volumen me refugio en la habitación del piso superior de la casa donde nació Ralf, donde durmió hasta que ya era un hombre hecho y derecho y decidió abandonar el hogar materno, y en la cual nos alojamos cuando vamos a visitar a sus padres. Un dormitorio que no ha cambiado nada desde entonces, que conserva los mismos muebles, la misma lámpara, el mismo empapelado de las paredes, el mismo armario. Una habitación bastante pequena con vistas al patio lateral, cuya ventana está cubierta por unas cortinillas de tela blanca transparente por donde se filtra la débil luz de un día gris, húmedo y frío. Me siento en una butaca no muy cómoda, con las piernas sobre la mesa, a leer. A salvo de todos, abstraido, ausente, respirando la atmósfera de otros tiempos no mejores que estos, pero donde me encuentro a gusto, como de regreso a una época que no quiero imaginar.

Tal vez lo mejor sea saber que aquí transcurrió la infancia de Ralf, que aquí empezó a sonar con otra vida; la que tiene hoy.

Por Luis Ruiz

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