domingo, 28 de marzo de 2010

La tía Emilia

Mi tía tenía un almanaque que, recuerdo repartían en la iglesia de La Soledad, situada en la calle República esquina con la Plaza del Gallo, adonde ella acudía cada domingo a escuchar misa. Para esa ocación tan especial mi tía guardaba sus mejores galas, se arreglaba el cabello y se maquillaba, se ponía el mejor vestido y los tacones altos. Este rito de los domingos era celebrado por todo el barrio, que le propinaba piropos a mi tía Emilia al verla pasar tan elegante, como una gran señora. De más está decir que mi tía, tan apostólica y romana tenía su propia moral. Eso sí, era y es una anti comunista reacia. Casada con un gallego, Ramón, que nunca más volvió a su tierra, y murió añorando volver a ver a aquella hija que dejó en España.

Era también un poco racista. Cuando supo que mi prima Susana estaba enamorada de un negro más negro que una noche oscura, le dejó de hablar. Al verla venir entraba y cerraba la puerta de su casa para no saludarla. Pero eso fué sólo un tiempo, después terminó aceptando la realidad e hicieron las paces. Aunque siempre mantuvo sus reservas respecto a éste tipo de uniones.

A su hija, que no era su hija sino su sobrina, que había criado desde muy pequeña, cuando rompía algo le decía: Comunista destructora! Y con ésta frase contundente dejaba claro lo que pensaba del comunismo.

En ese almanaque a cada día le correspondía un nombre relativo a Santos o algo así. Algunos de esos nombres eran horribles ciertamente, y lo peor, que algunas personas bautizaban a sus hijos cuando nacían según el nombre correspondiente a la fecha de nacimiento, señalado en el almanaque. De mi madre haber tenido la estrambótica idea de guiarse por semejante costumbre, yo me llamara hoy "Don Simeón".

Por Luis Ruiz

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