Bebo un café con leche. Es sábado. Mañana soleada. Estoy sentado en la biblioteca leyendo las noticias. Rodeado de mis libros, cuadros, y esos objetos que se van acumulando a manera de talismanes en los estantes sin ningúna utilidad. Esta es una hora propicia para la inactividad y la nada. Por eso me molestan algunos pensamientos subversivos empeñados en negarme el reposo. Pero soy un empecinado y voy a lo mío. Nada podrá arrebatarme la calma. Intentaré sobreponerme al maleficio de las circunstancias, y a mis propios fantasmas. En realidad deseo para mí otra cosa, no sé, pareciera que devarío pero no; no puedo explicarme. Lo sé, esta manera de irse por las ramas es una excusa. No son contradicciones, en éste caso no. Se trata de una experiencia concreta, real. Y juro que no soy el único que padece de este mal congénito provocado por la extraña luz que ilumina mi interior y llega a las entrañas.
Por Luis Ruiz
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