No puedo renunciar al placer de caminar, siempre en diferentes rumbos, hasta que el cansancio me vence. Lo hacía incluso después de haber trabajado ocho o diez horas en la tienda donde trabajé hasta hace un par de meses. Aunque lloviera o nevara. Soy un andante incorregible, siempre curioso, y nunca satisfecho, de absorber los pulsos de la vida conque late la ciudad.
De regreso me senté en el negocio de mi amiga Cary a beber un delicioso esspreso, en esa atmósfera informal y elegante al mismo tiempo, que ofrece su trato afable y delicado, y el propio ambiente del local. Tenía puesta una música bellícima, una cantante de la que olvidé su nombre. Así anda mi cabeza, siempre en otra constelación. Pero así soy yo, y no puedo cambiarme. Tampóco quiero.
Por Luis Ruiz
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