jueves, 16 de diciembre de 2010

Arbolito de Navidad.

El arbolito de la foto es de verdad, lo compré en la Winterfeldt Platz por sólo 20 Euros.

Pero antes no era así. Bueno, hablo de mí, de mi otra realidad, aquella de cuando vivía en la isla. Entonces yo me inventaba mi árbol de Navidad, como tantas otras cosas, gracias a mi fantasiosa fantasía.

Cogía un gajo seco y lo pintaba de blanco. En una lata vacía echaba tierra y allí encajaba mi arbolito. Forraba la lata y la tierra con papel de cartucho o periódico, y lo pintaba de verde. Con algodón fingía los copos de nieve (que sólo conocía de las postales). Las bolas y demás accesorios también eran producto de mis inventivas, según el material disponible, que obviamente era bien limitado. Pero funcionaba, y así lograba mi árbol de Navidad.

Pero esos eran otros tiempos. Gracias a quien sea y a mí mismo, ahora estoy aquí, y tengo un arbolito de verdad al que adorno con todo lo que más me guste, y puedo ver caer la nieve, y tocarla, y sentirla, encender velas e incienso, celebrar las Navidades que no conocía.


Por Luis Ruiz.

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