A menudo retomo la lectura de algunos libros. Como hoy. Adiós a Berlin, de Christopher Isherwood. La calle de NollendorfPlatz, done vivió allá por los años treinta, ya no es la misma. Fijada a la pared, a la entrada de la casa donde se alojaba hay una placa metálica con su nombre. Está a sólo cien metros más o menos de donde vivo hoy. Al pasar me detengo frente al edificio, la puerta está siempre cerrada, miro hacia arriba, hacia los balcones. En cual de ellos vivía? Se asomará Fräulein Schroeder, la casera, y me invitará a pasar? Crzo al otro lado de la calle para tener una mejor visión de toda la casa. Imagino cosas. No veo a nadie. Aquí la gente prefiere encerrarse, y en invierno más.
Por lo que he leído, antes de la guerra Berlin era una ciudad muy floreciente y con una vida muy interesante, por eso muchas personalidades de la cultura preferían Berlin para vivir. Me gusta imaginar como era entonces, fantaseo con esa época. Schöneberg, el distrito donde vivo, ya era famoso por sus Clubs Gays y una vida nocturna muy movida. Ahora sigue siendo el epicentro Gay de la capital alemana, pero me recreo con aquellas imágenes que retratan un Berlin más enigmático.
Por Luis Ruiz.
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