Quizás no pueda hacer otra cosa que comportanrme como un isleño, al fín y al cabo fué lo que me enseñaron. He querido deshacerme de esa condición terrícola que todo lo marca con su sello distintivo, y no lo he logrado. Son demasiadas circunstancias las que coinciden para establecer los vínculos que conforman ese comportamiento. Los hilos umbilicales que atan el cuerpo a la isla, aún desde la distancia, son muy fuertes. Saber que no soy una excepción no me libra del estigma. Para borrar de la mente, y del corazón, esa visión catatrófica, tendría que cerrar los ojos, taparme los oídos, vaciar la mente, y eso no es posible.
Por Luis Ruiz.
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