miércoles, 6 de abril de 2011

El pueblo vecino.

Hace un rato andaba caminando por las calles de mi Berlin. Sin rumbo. Alguna fuerza telúrica, proveniente de la atmósfera pesada, me aplastaba contra el pavimento haciéndo mi andar pesado, casi angustioso. Desde luego, estoy seguro que mi memoria recolectora grabó algo de esas ausencias y presencias aparentemente inútiles encontradas en el camino, y que luego me las revelará como un acto dadivoso para mi intelecto. Nada sucede porque sí. Ahora bebo una taza de café junto a la ventana, y leo a Kafka.
El pueblo vecino


Mi abuelo solía decir: la vida es asombrosamente corta. Ahora esta frase me salta a la memoria y la inunda de tal forma que, por ejemplo, apenas comprendo cómo un joven puede decidirse a cabalgar hasta el pueblo vecino sin temer que, excepción hecha de desgraciadas casualidades, ya el tiempo de la vida que transcurre normal y felizmente sea con mucho insuficiente para semejante carrera.




Por Luis Ruiz.

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