miércoles, 28 de noviembre de 2012

Marianela Boán, una mujer artista, o una creadora indispensable.

Marianela Boán: El inicio de un camino…
Por: Mercedes Borges Bartutis
11/ 08/ 2012
Marianela Boán: El inicio de un camino…La coreografía, ya se sabe, es un arte muy complejo. El gran problema de la danza hoy, como casi siempre, es el de encontrar buenos coreógrafos. El arte coreográfico es complicado, variado y altamente especializado. Tal como el mundo del teatro gira alrededor del dramaturgo, el mundo de la danza gira alrededor del coreógrafo. 
La danza cubana tuvo por suerte a Marianela Boán, una coreógrafa que siempre produjo obras de gran empaque, una mujer determinante para la historia de la danza en esta Isla. Digámoslo claro: la vitalidad de Marianela Boán, su capacidad de invención, dejó a la zaga al resto de los creadores cubanos, en materia de danza. Todavía hoy, no ha surgido un coreógrafo que supere el trabajo legado por Marianela Boán, para la cultura cubana. 
Esta mujer se propuso con su DanzAbierta agredir al espectador, decodificar sus hábitos y mover su pensamiento. Así puso una nota diferente en el gran concierto de la danza cubana del momento. 
Seguidora de la obra de Pina Bausch y Eugenio Barba, Marianela se insertó en la llamada danza-teatro y le dio a su grupo, en una primera etapa, títulos como Sin permiso, Locomoción, Antígona, y Retorna. Le dio también un entrenamiento diferente con el contact improvisation, a través de Gabri Christa, bailarina de Curazao formada en Holanda. 
Gabri recibió entrenamiento con la escuela de Trisha Brown y vivió en Cuba, donde trabajó con DanzAbierta en los primeros años, invitada por Marianela. La bailarina aportó a DanzAbierta un título bien interesante como Un árbol poco vibratorio
Los integrantes de DanzAbierta se entrenaron, además, con el método Volando Bajo, de David Zambrano, entre otras muchas opciones alternativas de movimiento. 
La propia Marianela describió lo que significó aquel comienzo para ella como creadora, cuando recordó en La Gaceta de Cuba que 1988, fue un año de explosión del arte joven en Cuba. Todos comprometiéndonos cada vez más con la realidad real, con la realidad no TV, no ideal, viendo al hombre desde otros ángulos, sacando a la luz las preguntas ocultas de todos, preguntando en alta voz sobre el coro de susurros. 
Mi generación viniendo de viejos instrumentos expresivos que habían retrocedido aún más cuando el duro golpe a la cultura de los años setenta. Ramiro Guerra desapareciendo con su vanguardia, recogiendo sus iconos, sus osadas experiencias y guardándolas dolorosamente para nosotros en la memoria que la recuperaría en los años ochenta.  
Y yo abierta y recibiendo estímulos, pero en mis manos la danza dormida de los años cincuenta. Redescubriendo en los ochenta los sesenta del mundo. Descubriendo veinte años después en mi propia madurez las tendencias de una vanguardia que ya había cristalizado, trascendió entonces la creadora. 
A veces en los laboratorios la química es muy efímera. Para Marianela y su grupo surgió una etapa de crisis. Fue para ella, un período de trabajo en solitario bajo el mismo rótulo de DanzAbierta. 
De esa época se recuerdan piezas como Fast Food, Gaviota, La carta, y Últimos días de una casa que confirmaron el potencial creador de Marianela Boán. 
También por esta época creó Degas para el Ballet Nacional de Cuba, una pieza que lamentablemente la compañía bailó poco, pero que anotaba un punto bien diferente en la manera de hacer de esta coreógrafa cubana.

(Tomado del muro de Facebook de la artista).

Por Luis Ruiz.

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