lunes, 24 de agosto de 2009

Christopher Isherwood

En el número 17 de la Nollendorfstr, del barrio Schöneberg de la ciudad de Berlin, muy próximo a la Estación del Metro, y a dos cuadras de nuestro apartamento, vivió Christopher Icherwood. Junto a la entrada del edificio hay una placa metálica conmemorativa.

Christopher Isherwood (1904-1986) nació en High Lane, Reino Unido. En 1929 llegó a Berlin donde permaneció, trabajando como profesor de inglés, hasta la llegada de Hitler al poder en 1933. Entre 1935 y 1939 publicó : Mr Norris cambia de tren, Sally Bowles y Adiós a Berlin, conocidas como Historias de Berlin, y consideradas sus obras fundamentales. Colaboró como guionista en producciones como Cabaret (1972) basada en su novela Adiós a Berlin. Entre sus obras puede destacarse la de carácter autobiográfico, Christopher y los suyos, en la que revela la importancia de su homosexualidad en su obra.

Al pasar frente al edificio suelo mirar la placa donde figura su nombre, tallado a relieve, y se me antoja imaginar a Fräulein Schroeder, la casera, merodeando por los cuartos en zapatillas de fieltro y bata de flores, husmeando en los armarios y las maletas de sus huespedes. Conversando con (Herr Issyvoo). Imagino asi mismo, o intento imaginar, como era ésta calle, ésta ciudad en los anos treinta.


Diario berlinés
(Otono 1930)



En lo hondo la calle, pesada y pomposa, bajo mi ventana. Tiendas en semisótanos donde las luces están todo el día encendidas, a la sombra de fachadas cargadas de balcones, frontis de estuco sucios, realzados con volutas y emblemas heráldicos. El barrio entero es así: calles y más calles flanqueadas de casas destartaladas y monumentales como cajas fuertes, atestadas con las deslustradas joyas y mobiliario de segunda mano de una clase media en bancarrota.



Así comienza "Adiós a Berlín". Sobre todo en invierno, puede decirse de la calle Nollendorf, que es "pesada y pomposa". Sin embargo me gusta pasar por esa calle. Pienso que aún conserva algo, sobre todo por sus construcciones, de esa pomposidad característica del Berlín de esos anos.

Luego más abajo continúa: Y en seguida empiezan los silbidos de los golfos, que llaman a sus chicas. Plantados en el frío de la calle, silban a las ventanas encendidas de los cuartos tibios, en donde las camas ya están preparadas para la noche. Quieren entrar. Sus llamadas resuenan en la hundida hoquedad de la calle, voluptuosas, íntimas y tristes. Por eso no me gusta quedarme aquí a esas horas: los silbidos me recuerdan que estoy en una ciudad extrana, lejos de casa, solo.

Confieso que he disfrutado la lectura de éste libro, compartiendo sensaciones, sentimientos, amores y odios, con respecto a la ciudad donde ahora vivo. Naturalmente son otros tiempos. Pero esa sensación de extranesa y soledad no me es ajena. Y aveces el cielo de Berlín se me hace tan pesado, que pienso va a derrumbarse y me va a aplastar. Otras, prefiero creer que no podría vivir en otro lugar. Uno aprende a combinar odio y amor por la ciudad donde vive. Y pienso que así ha de pasarle a cualquiera en cualquier ciudad del mundo.

Una vez quise irme de mi ciudad, y me fuí. Luego quise volver. Volví. Partí de nuevo. Hoy vivo aquí; Berlin es mi ciudad, sin lugar a dudas. Nos distanciamos y volvemos a unir nuestros lazos. Como dos amantes en constante desavenencia.

Yo no sé si algún día podría decir: Adiós Berlin.

No hay comentarios: