Dos pequenas islas de arena.
Sobre cada una el senital de una luz ilumina la figura de un cuerpo cubierto con un abrigo.
El silencio se llena con los sonidos de una voz cargada de poesía,dulzura, y sabiduría.
Los cuerpos sólo necesitan la musicalidad de esa voz para convertir en danza el movimiento.
Se produce el acto mágico de lo divino.
La voz de Dulce Maria Loynaz llena el teatro.
Judiht y Evelin son las bailarinas, cuya belleza física y destreza técnica hacen posible el milagro.
La coreografía de Marianela Boán basada en la obra poética de la Loynaz, es la excelencia que permite traducir en obra danzaria un poema cuya música es la voz de la autora.
El teatro Mella de la Habana se llena de reflejos e imágenes, cuando los aces de luz atraviesan el polvo levantado por la arena, suspendida por las manos de las bailarinas.
Recuerdo esa noche como si fuera hoy, con toda nitidéz.
Yo soy como el viajero
que llega a un puerto y no lo espera nadie:
soy el viajero tímido que pasa
entre abrazos ajenos y sonrrisas
que no son para él...
Como el viajero sólo
que se alza el abrigo
en el gran muelle frío...
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