miércoles, 21 de octubre de 2009

UNA HABITACIÓN CON VENTANAS A LA NOCHE

Es de noche, estoy en la cama. Leo. Escucho el tic tac del reloj. A través de los cristales, la noche. Oscuridad inmensa y absorbente. La noche es una puta consentida. Un hombre que busca entre las sombras las caricias de otros hombres. El alma de un trasnochado. Un criminal agazapado a la espera del momento ideal. El beso fugaz, y el beso intenso. Hogar de bohemios y trovadores. Sigilo y encanto. Yo conocí la veleidad de esas horas nocturnas que alcanzaban el amanecer en una orgía perpetua sin conocer el cansancio. Me embriagué de ron y de besos y de abrazos extranos. Amé con la carne y los instintos. Conocí la eternidad entre las alas de aves de paso.
Hoy la noche me toca con la punta de sus dedos, con una suavidad de madre que todo lo conciente, acariciando al hijo que ya está de regreso. Me mira sin reconocerme, ajena a ésta alegría, o a éste dolor, o a éste cansancio.
A la noche le duelen los ángeles.
Desde la cama contemplo el mundo y sus volteretas de bufón entrenado. No desdigo de nada, no me espanto, no viro la cara, no me retraigo, me dejo absorber por las visiones de ese manto negro que me acaricia y me hace el amor.
Nunca digas: no volveré a deshacer el camino.

de Luis Ruiz

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