sábado, 7 de agosto de 2010

La Ventana

(Una mirada al vacío (autorretrato))
La ventana es el ojo inclemente a través del cual puede verse la risa congelada en la boca del trasnochado.
Su mirada va más allá y toca el fondo. Se siente sólo, inseguro, extraño. Inmóvil está, como petrificado, inmerso en el tumulto de aguas sin corriente. Mirar no es hacerse precisamente de una imágen concreta. Presentimientos, sólo eso-se dice-como intentando alejar de sí esas visiones. Sin embargo está consciente de la distancia inconmesurable que lo separa, en tiempo y espacio, de esos lugares que apenas alcanza con la memoria.
Una viejecita inclinada sobre la tierra siembra vicarias. Una mujer está meciéndose en un balance al tiempo que sostiene entre sus manos una taza de café recién hecho. Un hombre alto, extremadamente delgado, de mirada intensamente triste, no sabe que hacer con el tiempo que le queda de vida. Un hombre sin fé. Un hombre esperando la muerte. O muerto ya. Sólo vivo a través de la reconstrucción del pensamiento. Otros hombres jóvenes, intranquilos, entrando y saliendo, imitando la alegría de los payasos de aquellos circos de barrio que sólo la infancia reconoce. Niños y niñas tan ciertos como las estrellas. Todos detenidos en un daguerrotipo que los vuelve inalcanzables.
No sabe que hacer con esas sensaciones que despiertan en él una intranquilidad interior más siniestra que la oscuridad de la noche. Bucea en el espacio. Quiere agarrarse a uno de esos astros desconocidos y desaparecer. No puede liberarse de esas imágenes persistentes llenas de matices que lo confunden. Mira pero no ve nada. O no quiere ver. Un ave surca el espacio. Por fín-dice-(o piensa, que es lo mismo) volar es la solución.
Por Luis Ruiz

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