
Fué entonces que decidí poner ese disco, para atormentarme. Me acosté en el piso, sobre la madera fría y dura, para más karma. Disfrutando de toda la tragedia griega que era capaz de protagonisar a solas. Yo conmigo. Sin más testigos que los cuadros, el espejo, los muebles, y el tocadiscos. Y la música. Pero no me hizo tanto daño como creí. Hasta creo que me ayudó. Sucede con la catársis; alivia. Volví en mí recuperado. Me incorporé y empecé a danzar. Hasta el brazo derecho podía moverlo con gracia. Como alas de cisne. Por todo el espacio como si de un escenario se tratara. Puede que sea cierto: el dolor es un acto creativo. Las cosas más bellas se han escrito sobre el dolor, el desamor, la muerte. Por eso todos los poetas son tristes y agitados. Hasta exageran cuando se precipitan en el pozo cavado por sus propias manos.
Yo no. Yo no voy a morirme. O no así. Que morirme, morirme, tendré que morir algún día. Pero no ahora. Y no a causa del cielo gris, el silencio, la soledad. Que tampóco estoy tan sólo. No hay que exagerar. No soy el único que está lejos del sol.
Por Luis Ruiz.
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