domingo, 22 de mayo de 2011

DerTod in Venedig.

Anoche volví a disfrutar una vez más del placer infinito que proporcionan las grandes obras de arte, viendo "Muerte en Venecia", de Visconti.
Sin duda la belleza puede ser el orígen de grandes males. Y los artistas son proclives a fenecer bajo su influjo.
Muy cerca de casa hay una escuela, que supongo, sólo se habla francés, o al menos es una escuela cuyo requisito es hablar éste idioma, porque los jóvenes que de allí salen hablan francés entre sí. Me llama la atención que son jóvenes diferentes, en su comportamiento y manera de vestir, son muy modernos, van vestidos a la última. Entre ellos uno, de evidente mezcla de razas, delgado, espigado, con el pelo rizado como el de los mulatos pero medio rubio, extremadamente hermoso, siempre con pantalones muy ceñidos al cuerpo, al que no puedo dejar de mirar cuando pasa por mi lado. Digo mirar, me quedo perplejo con la linea de esos ojos y la mirada y su tez tersa, inmaculada, o sea, casi maligna, por el hechizo que provoca.
Anoche, mientras veía la película, era ya muy tarde, pensaba en él y en la belleza; me invadió una sensación extraña que me desveló.



Por Luis Ruiz.

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