Bajé una caja llena de cuadros míos y una mesa para depositarlos en el auto de Thomas, que ya esperaba abajo, para trasladarlos manana al Botanischer Garten, donde estaremos compartiéndo caseta en el Kustmark.
Frente a la entrada del edificio había estacionado un pequeno camión de mudanza, dentro podían verse (porque las puertas posteriores estaban abiertas) plantas, cajones, una bicicleta, entre otros elementos, pertenecientes sin duda a uno de los hombres que viven en el piso sexto. Lo supe porque al montarme en el ascensor sentí la peste a sudor rancio de uno de ellos. Ya me había visto obligado otras veces a bajar por las escaleras a causa de las arcadas que ese mal olor me producía. Lo comprobé luego porque lo ví a él montado en el camión antes de partir.
Debo alegrarme de que esa rata apestosa se halla marchado y no tener que sufrir más sus pestilencias.
Por Luis Ruiz.
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