jueves, 2 de agosto de 2012

Nada de malas noticias.

Cuando estoy de viaje evito las noticias, sobre todo las desagradables. Nada puede malograr el placer de una habitación de hotel, una cerveza fria, la cena frente al rio Elbe, el arte de Rafael, los riscos barrocos de la arquitectura y esas columnas góticas y esos ángeles casi dioses de la antiguedad. Hacer el amor al amanecer antes de ir a desayunar. Dicen que Dresden (ciudad que antes pertenecía a la antigua DDR) es la Florencia del Norte. No sé si exageran, tal vez sí, yo estuve en Florencia y es incomparable, pero lo cierto es que Dresden es bellícima. El clima se ha portado bien, hay que destacarlo. Como nos gusta caminar, andamos hasta que el cansancio nos deposita en uno de esos lugares que creemos ídilicos (según nuestro gusto, huímos de los lugares turísticos), nos sentamos, y Ay; el deleite. Lo que parece una pérdida de tiempo es una purificación del espíritu, el reciclaje de energías positivas y creadoras. La cura. Desde que tengo la posibilidad de viajar, me digo: El mundo somos nosotros (Ralf y yo), nada, nadie, es más importante.


Por Luis Ruiz.

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