miércoles, 4 de noviembre de 2009

VEINTE ANOS DE LA CAÍDA DEL MURO

El 9 de Noviembre de 1989 se calló el Muro. Durante muchos anos los alemanes vivieron separados en su propio país. Ese día los alemanes de la República Democrática Alemana pudieron pasar libremente al otro lado, a ese mundo ansiado y prohibido que existía a sólo unos metros de distancia, y al que no podían acceder. La historia desconoce cuantos murieron exactamente en el intento de alcanzar la libertad anunciada detrás de esa frontera que los separaba de sus hermanos, pero fueron muchos.
El funesto 9 de Noviembre marcó un hito en la historia de Alemania, y del mundo. El país quedaba partido en dos mitades, primero por una vulgar cerca de alambre, y más tarde por el inquebrantable muro de concreto. De repente vecinos, familias y amigos se vieron privados de sus relaciones con los otros, sin darles tiempo a un último abrazo de despedida. Los ciudadanos de la Alemania Oriental iniciaban a padecer la pesadilla que los convertía en víctimas de un sistema dictatorial, controlador y perverso como todos los regímenes totalitarios y comunistas.
Una casa dividida, dos familias obligadas a vivir separadas, sabiendo que al otro lado de la puerta están sus seres más queridos sin poderse comunicar con ellos.
Mientras la Alemania occidental prosperaba y era libre, la vecina empobrecía material y espiritualmente, sumiendose en una decadencia absoluta. Mundos paralelos y distantes, enfrentados por la política, transgresores de todos los derechos humanos.
Ahora se celebran los 20 anos de ese luminoso día de la caída del muro. Unos recuerdan esa época como un episodio trágico, otros con cierta melancolía, pero lo cierto es que fué un triunfo de la libertad. Cierto que aún quedan secuelas que marcan diferencias entre ambos territorios, pero sin duda no es lo fundamental.
Muchos países necesitan de un 9 de Noviembre alemán para derribar el muro que los encierra, les niega sus derechos más elementales a moverse por el mundo, a ser libres. Como cubano no puedo evitar los paralelismos con la historia de éste país donde vivo ahora, que sirvió de ejemplo a Cuba, y donde contradictoriamente he venido a alcanzar mi libertad. A vivir sin miedo, expresar lo que siento sin la amenaza de un cástigo. Donde soy lo que me da la gana; romántico, existencialista, intransigente, ateo, lujurioso, católico o budhista, homosexual, donde nadie me recrimina o persigue porque pienso o soy diferente. Donde hasta puedo protestar contra el mismo gobierno que me dió asilo sin perder mis derechos ciudadanos.


por Luis Ruiz

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