Ya había comentado de mi encuentro con Doris después de veinte años. Entonces, aunque tenía la cámara conmigo olvidé hacernos fotos debido a la emoción del momento. Hoy salimos a almorzar juntos. Pero esta foto merece un comentario.
Sobre una mesa vacía coloqué el tripode con la cámara para hacernos una foto, activé el autodisparador y corrí a mi silla para salir en el encuadre. En ese momento llega una camarera y se para justo delante de la cámara. La cojo por el brazo automáticamente apartándola (lo que menos ella esperaba de un cliente) y le digo: CUIDADO! Su susto fué tal que comenzó a brincar y gritar por todo el Restaurant espantada. No sé lo que pensó. Nosotros nos cagamos de la risa. Luego me disculpé con ella. Al rato todavía me decía: Te voy a matar, todavía me late el corazón del susto. El Restaurant estaba repleto y por supuesto nadie entendía nada, sólo miraban preguntándose de que se trataba.
Creo que si algo especial ha tenido éste viaje es mi reencuentro con Doris. Después del almuerzo salimos a caminar, por supuesto sin dejar de hablar, tenemos tanto que decirnos que no alcanzan las horas. Y Barcelona es el marco propicio, no faltaba más. Luego nos sentamos en una terraza del Paseo de Gracia a beber un cortadito. Y volvimos a caminar. Con la sensación impensada de que no deseabamos separarnos. Pero volveremos a vernos. Porque eso es la amistad; un reencuentro permanente.
Por Luis Ruiz
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