La sensación de tocar con las manos el cuerpo cercano que se ofrece, como para ser bendecido por quien así lo desea, porque es lo que está escrito en el libro de los encuentros fortuítos, sólo es comparable con la fiebre del enfermo asistido por la providencia divina de un alma cándida que no teme al contagio y acude presurosa a ayudar al necesitado. Es el vínculo entre dos almas solitarias que buscan la recompensa en ese conectarse físico, precoz, inmediato, del encuentro casual. Al producirse la fusión se produce el bienestar físico.
Por Luis Ruiz.
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