Llegué a Alemania, el 8 de agosto de 1994. En realidad debíamos salir de la Habana el día 5, con destino a Hamburgo. Coincidentemente fué el día de "El Maleconazo". Esa noche en el Aeropuerto José Martí la tensión era evidente, aunque nadie decía nada, ni un simple comentario. El Aeropuerto estaba tomado por los militares. Yo, junto a tres bailarinas más, debíamos reunirnos con el resto del grupo (Danza Abierta), que esperaba por nosotros para participar en el Festival de Danza de verano que se celebraba en la ciudad alemana. Estabamos muy nerviosos por la atmósfera que nos rodeaba. La linea aérea con la que devíamos volar alegó que estaba sobrevendida y no tenían capacidad para nosotros. Existía la posibilidad de viajar dos horas después con AirFrance haciéndo escala en París, pero para ello necesitabamos Visa de tránsito por ser cubanos, y evidentemente no la teníamos ni existía la posibilidad de gestionarla. O sea, nos quedamos varados en La Habana.
Al otro día muy temprano me levanté y salí a hacer las gestiones necesarias con el Ministerio de Cultura y Cubana de Aviación para conseguir pasajes hacia Europa. La Habana parecía una ciudad en guerra. La esquina de La Rampa, Infanta y Malecón estaba literalmente tomada por las fuerzas paramilitares vestidos de civil, con palos, bates de pelota, piedras, tubos de acero, sucios, mal vestidos, con caras de perros de presa, apostados en las esquinas, tirados en las aceras y sobre el pavimento, como después de una gran batalla. La calle del Malecón llena de camiones y militares armados hasta los dientes. El espectáculo no podía ser más imponente y revelador; aquí no se mueve nadie. Sentí pánico. Pero seguí adelante. Mi objetivo era lograr salir cuanto antes del país, sucediera lo que sucediera.
Dos largos días de gestiones, llamadas internacionales, nervios, fustración, y claro, en lo más hondo del alma: la esperanza. De poder abandonar el país y no volver. Dejarlo todo atrás, a cualquier precio, sin sopesar las consecuencias.
El día 8 de Agosto de 1994 logramos volar con Iberia destino Madrid. Otro incoveniente nos esperaba en la capital espanola. Los pasajes con la linea alemana que nos llevaría a Hamburgo se encontraban en las oficinas de esta, ubicada en el área del Aeropuerto a la que, por ser cubanos y no tener Visa de tránsito, no podíamos salir. Sin los pasaportes no recivíamos los pasajes. En las oficinas de Iberia y otras instancias del Aeropuerto de Barajas nadie se responsabilizaba con nuestro caso. En sólo dos horas partía nuestro avión. Qué hacer? Corríamos desesperados y sin rumbo por las instalaciones de la Terminal Aérea buscándo un alma cándida que se apiadara de nosotros y nos ayudara a resolver el problema. Finalmente logré que un empleado, a riesgo de entregarle nuestros pasaportes, saliera y hiciera la gestión. Y el buen hombre, del cual ni siquiera supe su nombre, regresó con los pasajes y los pasaportes. Así aterrizamos en Hamburgo y nos unímos al resto del grupo y participamos en el Festival.
Y aquí estoy. Felíz, libre, viviéndo mi otra vida, porque sin duda uno tiene más de una vida, que si lo sabré yo. Porque no me deseo otra más que esta: en LIBERTAD!.
Por Luis Ruiz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario