sábado, 26 de septiembre de 2009


- No se arrepiente, verdad?

-Por qué hiba a hacerlo?

- Y será usted mío, sólo mío?

- Nunca he sido ni seré nunca de ningún otro.

- Me amará siempre?

- Siempre!

- Que éste sea nuestro juramento y nuestra acta de poseción eterna!-anadió.


Entonces me rodeó con sus brazos y me estrechó contra su pecho. Yo le abracé con los míos y, a la luz temblorosa de las linternas del coche, vi relumbrar en sus ojos un fuego de locura. Sus labios resecos por la sed de un deseo largo tiempo contenido se tendieron hacia los míos con expresión de dolor. De nuevo nos aspirábamos en un beso más ardiente, si era posible, que el primero.

Oh, el recuerdo de ese beso todavía me arde en los labios!

Un beso es algo más que el primer contacto carnal de dos cuerpos:es la exhalación de dos almas enamoradas. Pero el beso criminal largo tiempo contenido, largo tiempo deseado, es más sensual todavía; es el fruto prohibido, es un tizón ardiente que enardece la sangre.

El beso de Teleny me galvanizaba, mi paladar degustaba su sabor. Para qué servía un juramento cuando uno se da al otro en un beso como aquel? Un juramento no es más que una promesa de los labios, que con frecuencia se olvida. Un beso como aquel te sigue hasta la tumba.

Mientras nuestras bocas se pegaban la una a la otra, su mano, lenta e imperceptiblemente, desabotonaba mi pantalón, se deslizaba por la abertura, apartaba la camisa y se apoderaba de mi falo rígido y ardiente. Suave como la mano de un nino, experta como la de una cortesana, firme como la de un maestro de esgrima, me hizo recordar, con su simple contacto, las palabras de la condesa.


Oscar Wilde (continuará)

No hay comentarios: