domingo, 28 de febrero de 2010

PÍFANOS, EPIFANÍA, CABRITOS : José Lezama Lima

Se ponían claridades oscuras. Hasta entonces la oscuridad había sido pereza diabólica y la claridad insuficiencia contenta de la criatura. Dogmas inalterados, claras oscuridades que la sangre en chorro y en continuidad resolvía, como la mariposa acaricia la frente del pastor mientras duerme. Un nacimiento que estaba antes y después, antes y después de los abismos, como si el nacimiento de la Virgen fuera anterior a la aparición de los abismos. Nondum eram abyssi et ego jam concepta eram. El deleitoso misterio de las fuentes que no se resolvería jamás. El prescindido barro descocido cocido, saltando ya, fuera de los orígenes, para la gracia y la sabiduría. El Libro de la Vida que comienza por una metáfora y termina por la visión de la Gloria, está henchido todo de Tí. Y tienes el castigo tremendo, la decapitación subitánea: puedes borrar del Libro de la Vida. La Vida Eterna, que se enarca desde el hombre aclarado por la Gracia hasta el árbol nocturno, puede declarar mortal, abatir, desgajar la centella. Borrado ya, un nombre nuevo que comprende un hombre nuevo, ocupa aquel lugar, que así ni siquiera deja la sombra de su oquedad, el escándalo de sus cenizas. Tremenda sequía ahora borrada por los cabritos de contentura familiar, por las chirimías de vuelcos y colores. Acorralad, tropezad, entendeos, más hondo si se está dispuesto a nacer, a marchar hacia la juventud que se va haciendo eterna. Hasta la llegada de Cristo, decía Pascal, sólo había existido la falsa paz; después de Cristo, podemos añadir, ha existido la verdadera guerra. La de los partidarios, la de los testigos muertos en batalla, los ciento cuarenta y cuatro mil, ofrecidos como primicias a Dios y al Cordero (Apocalipsis, Cap.15, Vers. 3 y 4): Cantaban como un cántico nuevo delante del trono. Acorralad, tropezad, cabritos; al fin, empezad chirimías, quedan sólos Dios y el hombre. Tremenda sequía, resolana: voy hacia mi perdón.

1949

Por Luis Ruiz

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