jueves, 14 de julio de 2011

Anoche, mientras llovía...

La lluvia, obstinada, penetra la noche avanzando hacia las catacumbas ministeriales donde se esconden los conejos nocturnos. Un hombre espía a través de la ventana. Un esplendor inusitado, húmedo, revela reminicensias de pasos huidizos. Algo que no puede precisarse sucede en el exterior, las señales son obcesivas, sincopadas. La ciudad quedará lavada, diluída; o sea, incierta. Y si no se ve, qué hacemos con ella? Los pájaros han dejado de trinar. El se acerca y besa la mano del amado. Si sacas la mano, o la cabeza, te mojarás. La noche borró la tarde, pero el cuerpo guarda su recuerdo. No todo está püerdído. Una gota roja, sangre? Es la lluvia sobre los cristales. Parecía un cuerpo esculpido a mano, con un pene muy grande. No se lamentaba: gozaba. El dice que todo está llegando a su fín, lo han dicho los Chamanes. Uno escucha lo que quiere escuchar. La tibia luz de la lámpara sobre las profecías. Dejarse llevar por la intuición. Ya no hay niños jugando en el patio. Ni voces. Ibamos alejándonos por un camino sin señales, pero con mucha confianza. Doce campanadas. Después... después?.


Por Luis Ruiz.

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