Hoy salí más temprano que de costumbre, me monté en la bicicleta y fuí a dar a la Isla de los Museos.
Después de sortear la cantidad de turistas (y pensar que también formo parte de esa multitud agobiante), bici taxis, omnibus de turismo, paseantes distraídos, etc, logré atravesar la Unten den Linden a riesgo de ser aplastado en medio de la ciudad. Lo peor fué cuando pasé por la Puerta de Brandemburgo. Creí que tumbarían las columnas que sostienen la Cuadriga, símbolo de la ciudad, y a mí con ellas. Pero sobreviví. En realidad en el verano es preferible dirigirse a otro lugar. Desde luego el regreso lo hice por otra vía.
Aquí algunas impresiones.
Por Luis Ruiz.
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