miércoles, 30 de septiembre de 2009

Un lugar llamado "El Paraíso"

Me ha contado un amigo asiduo al Paraíso, que allí se encuentran muy buenas cosas. Y no lo dudo. Paraíso nos sugiere algo sublime. En el Paraíso se encuentra la eternidad (al menos eso hemos escuchado siempre). A mi amigo le brillan los ojos, y pienso que está poseído por la evocación de ese lugar misterioso, lleno de veleidades. Lo miro embelesado. Reconozco que no conocía ese tipo de emociones en su carácter. Lo incito a que sea más explícito. El Paraíso?- Pregunto. A mi pregunta, él responde con mirada casi réproba. Es que se supone que yo halla visitado el Paraíso?
Niiiiiiiiiiiiiiiino, articula, extendiendo desmedida y aparatosamente la "i", al mismo tiempo que abre los ojos en senal de alarma, y sonrríe. Sólo después de su detallada explicación, que por supuesto no adorna con pasajes literarios (mi amigo no es precisamente un amante de la estética), comprendo a que se refiere.
El Paraíso es una porción de tierra, no demasiado grande, donde en verano la vegetación es tupída, y los árboles crecen muy altos y copiosos. El acceso a los caminos zigzagueantes entre la maleza no es difícil, sobre todo para los conocedores del lugar. La aventura de adentrarse en esos parajes depara muchas sorpresas (advierto que pongo todo esto en boca de mi amigo, el alucinado). Junto a los árboles, en esquinas estratégicamente ubicadas, allí donde la mirada de los intrusos no puede acceder, hay hombres en pose, en actitud de espera. Hombres de carne y hueso, de todas las edades y apariencia física, que a una sóla senal de aceptación están dispuestos a establecer una batalla cuerpo a cuerpo. Con buena suerte te encuentras un Adonis. Lo recorres paso a paso como un Lince. Le descubres los olores y el sabor de su piel. Si no ha tenido la osadía de desvestirse, lo desvistes. Asombrado, caes de rodillas en senal de adoración, infrigiendote el cástigo de engullir el garrote. Darás buena cuenta de tu sumisión. Dejarás incluso que te ensarte con la lanza, y te desangre, y te deshaga las entranas. Quizás incluso, tengas la suerte de compartir el martirio con otros, los que se acercan a contemplar y participar de la batalla. El suplicio puede durar, o ser breve, depende. Siempre tendrás la opción de otras búsquedas, otros encuentros. El Paraíso no cierra sus puertas, está allí, a sólo unos pasos de tu casa, en un lugar muy céntrico de ésta ciudad.

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