martes, 29 de septiembre de 2009

Zaida del Río (Las Villas, Cuba, 1954), es una de las grandes pintoras cubanas contemporáneas. Sus obras se exponen en Cuba y el extranjero, y forman parte de varias colecciones privadas.
Dice Zaida: pinto lo que siento, siento con el cuerpo.

A propósito de Zaida, tengo algo relacionado con su persona que contar. Yo viví en el pequeno cuarto de la calle Marqués Gonzáles, donde ella vivió antes de mudarse a la casa del Vedado. Cuando me casé con Adriana Quesada, y me fuí a vivir a la Habana, su hermana, que entonces era a quien pertenecía el cuarto, nos lo alquiló. Era una habitación extremadamente pequena, con dos pequenos closset empotrados en la pared; uno de ellos nos servía de armario, y del otro hice una pequena cocina, cuyas paredes tapicé con un papel en el que dibujé azulejos, y que podía limpiarse sin llegar a danarlo. Allí instalamos también un pequeno fregadero, y cocinabamos en una hornilla eléctrica. Un apuerta conducía a un minúsculo patio donde había una llave que nos suministraba de agua, y un lavadero. El bano se encontraba en el pasillo, lo compartíamos con dos muchachas arquitectas que vivían al frente. Pero casi siempre nos banabamos en el pequeno patio, pués como casi siempre había calor, un calor del demonio.
En el piso de arriba , justo encima de nuestro cuarto (es injusto llamar apartamento a ese cubículo), vivía Manuel, un cura espanol muy simpático. Hicimos gran amistad. Manuel vivía con un amigo (Manolo), y una perra (no recuerdo su nombre). Conversabamos mucho, sobre todo Adriana, siempre propensa al misticismo de las religiones (incluso quiso convertirse en monja), le tomó mucho afecto a Manuel. Recuerdo que cuando regrasabamos del teatro, bastante tarde en la noche, hacíamos espaguetis o alguna otra comida, llamabamos a Manuel, él bajaba, y cenabamos juntos. Siempre teníamos algo de que hablar, y reíamos mucho. Manuel tenía mucho sentido del humor.

Por qué no decirlo? En ese cuartico fuímos felices. Y sin exagerar, más felices que ahora. No podía decirse que fuera un lugar agradable, sobre todo el barrio era bastante feo, y de un ambiente bastante vulgar. No obstante nos la arreglabamos para vivir  nuestro mundo sin dejarnos malear. Bueno, tampóco teníamos otra opción. O sí, pero queríamos vivir sólos y libres. Én Marzo pasado cuando estuve en la Habana me llegué hasta allí, subí las escaleras y me paré frente aquella habitación, pero muchas cosas habían cambiado, y de los viejos vecinos no ví a ningúno. Después nos mudamos al Vedado, adonde vivía Adriana con su tía antes de conocerme a mí. Después me vine a Alemania donde vivo ahora. Así es la vida. 

No hay comentarios: