viernes, 27 de noviembre de 2009

LA IGLESIA CATÓLICA IRLANDESA Y SU VERGUENZA

La iglesia católica irlandesa pidió disculpas y expresó su "verguenza" este jueves tras la publicación de un informe que la acusa de haber encubierto los abusos sexuales a centenares de ninos cometidos por curas de la archidiócesis de Dublín durante más de tres décadas.

"Ofrezco a todos y cada uno de los supervivientes mis disculpas, mi pesar y mi verguenza por lo ocurrido", declaró Diarmuid Martin, arzobispo de Dublín desde 2004.

Entre los 320 examinados por la comisión figuran, por ejemplo, el de "un cura que admitió haber abusado de más de 100 ninos" y el de otro sacerdote que reconoció haber cometido "abusos cada dos semanas a lo largo de su ministerio, que duró 25 anos".

Realmente no me sorprende esta información. El tiempo se encarga de desenmascarar lo que se esconde detrás de aquellos que proclaman la "palabra de dios" en aras de apanar sus propios pecados. La falsedad de la iglesia católica y sus absoletos preceptos sobre la moral, la misma que ellos inmoralizan. Siempre fué así. Hoy no es diferente. Los mismos católicos que se alzan contra el uso del preservativo y condenan a los homosexuales.

Conozco personalmente muchas historias relacionadas con la iglesia y su inmoral posición frente a eso que dicen predicar por "el bien de la sociedad".

En la Habana tuve relaciones con un estudiante del Seminario con aspiraciones sacerdotales. Nos conocimos en La Rampa, muy cerca de la calle Infanta, justo en la acera frente a la Casa de la Cultura Checoslovaca. Al pasar uno junto al otro nos miramos, volvimos la cabeza dos o tres veces para reconocernos, volvímos sobre nuestros pasos, nos presentamos, y fuimos a amarnos. Luego nos amamos muchas veces más, sin sentido de culpa, ni por su parte ni por la mía. No hubo arrepentimientos ni cargo de conciencia. En la unión de los cuerpos sudados y confundidos en las inacabables posesiones, no apareció "Dios" para reganarnos.Nadie se hizo cargo de nuestra pasión. El esperaba noticias de su amante, un cura que desde los inicios se encargaba de guiarlo, y que en esos momentos se encontraba en un país latinoamericano llevando las ensenanzas de la iglesia católica al rebano descarrilado de otros países pobres, y por tanto sumidos en la desverguenza. Se sentía traicionado, porque éste le había prometido llevarselo con él. Sin duda el curita ya había encontrado entre los nuevos adolescentes sermoneados un nuevo seguidor.

En Camaguey una amiga mía me contó que había sido iniciada en las artes amatorias, no por una monja, sino por dos, amigas íntimas de su familia que era extramadamente católica, y ponían a su hija en manos de las beatas para que la condujeran prudentemente por el camino del senor. Aprendió tan bién la lección, que nunca más abandonó el camino.

Otra amiga, esta vez el conocimiento se estableció a través de la literatura, conoció a una monja que se enamoró de ella de tal manera, que abandonó los hábitos. Ambas tuvieron una relación muy apasionada. Cuando el cura de la Diósecis donde esta profesaba se enteró de que, la que también compartía su lecho se había enamorado de una mujer, quizo hacer un escándalo, y la muchacha tuvo que huir.

De aquellos tiempos en que yo frecuentaba la iglesia, y no justamente porque fuera creyente, mi condición de homosexual no me permitía creer en los postulados de los que se paraban en el púlpito, puedo dar fé de la omnipresencia del homosexualismo en la iglesia católica. Casi a todos los que por aquel tiempo conocí en la iglesia eran homosexuales.Sabido era la predilección de los de sotana larga por chicos jóvenes y bien parecidos. Entre los monaguillos y asiduos a catesismos y fiestas era rara la presencia de un chico feo, raquitico, o tullido.

Hoy casualmente he leído en la revista "Stern" un artículo bastante amplio sobre religiones y sectas. En Alemania (supongo que en muchos otros países suceda lo mismo) la iglesia católica a perdido millones de seguidores, que buscan la fé, o la espiritualidad por otras vertientes; el budhismo, por ejemplo. Y no lo dudo. Nadie cree ya en la "palabra divina". No tienen nada que decir, más que reconocer sus errores y su improductividad.Sarta de vagos que viven del dinero de los otros, sin otra cosa que hacer, que perder el tiempo entre columnas góticas (si, a los santorrones les encantan las columnas), jardines y vinetas, y bodegas de vino. Amamantados por aquellos infelices que les entregan sus hijos para ser sacrificados en virtud de la palabra santa.

No, no me extranan los casos de Dublín, que la iglesia halla escondido tantos desmanes para seguirse parapetando detrás de esas falsas ensenanzas, ni tampóco que el Estado permita, y en muchos casos defienda estas instituciones.

Por Luis Ruiz
(El artículo original me lo envió Jorge Ibarra)

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