martes, 24 de noviembre de 2009

REFLEXIÓN AL FINAL DE LA TARDE

Son las cuatro de la tarde, la atmósfera en el edificio donde trabajo ha declinado hacia una tranquilidad casi absoluta después del bullerío del medio día. La paz es un buen espacio para reflexionar. Ultimamente como nunca antes, he estado ocupado con el tema de Cuba a través de Internet. Aunque la reprresión no es sólo cosa de los últimos tiempos (todos la padecimos de alguna u otra forma), desde ésta perspectiva los últimos acontecimientos sucedidos en la isla cobran una dimensión más catastrófica. Dolor, verguenza, rabia, impotencia, son sentimientos que se han ido apoderando de mí, sumiendome en una tristeza que trato de combatir para no desplomarme. Sentimientos encontrados que, me enfrentan a la disyuntiva de todo lo que me ata al país: la familia.

Este es el motivo principal por el que he renunciado a viajar en diciembre para visitar a mi madre enferma, y mis hermanos. Hace un par de días me comunicaron que mi madre había perdido la memoria, casi completamente, durante dos o tres horas. Su débil corazón funciona cada vez con menos fuerza. El tiempo pasa, marcando sus pautas irreversibles. La distancia y las circunstancias trocan los caminios. La confusión es inevitable.

Esta tarde me urge hablar de ello, simplemente porque se me hace necesario, como cada vez que me siento frente a la hoja en blanco, y escribo algo.

Lo perpetuo de una isla, cuyo peso ha sido en parte el causante de una hernia discal que, desde que apareció no deja de recordarme que soy un hombre frágil, de carne y hueso, que no puede evitar ser quien es.

Por Luis Ruiz

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