lunes, 23 de noviembre de 2009

UN DÍA COMO OTRO CUALQUIERA EN LA TIENDA

A la senora que entra con un periódico en la mano y me entrega los sesenta centavos, no puedo ponerle mala cara. Estaba leyendo, concentrado en la lectura, y no la sentí entrar.Cualquier otro podría ser considerado un inoportuno. Sonrríe dulcemente casi a modo de disculpa.Observo su cabello corto, de un color blanco azuloso, pulcramente peinado; no puedo evitar relacionarla con mi abuela Zoila, la madre de mi padre. Yo le decía: "abuela lejo", quizás porque vivía lejos de nuestra casa.

Lo mismo me sucede con la anciana senora a la que compro siempre incienso; su parecido con mi abuela Celia,la madre de mi madre, es tan grande, que el día que la ví por primera vez me dió deseos de llorar, y no pude evitar la emoción que me aguó los ojos. Desde entonces (en secreto la llamo abuela)voy casi cada sábado a su negocio.

De sus delicadas manos tomo el importe del costo del periódico, le devuelvo una sonrrisa,y le deseo buen fín de semana.

Por Luis Ruiz

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